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sábado, 25 de diciembre de 2010

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

Cuando apagues la luz,ten cuidado al mirar bajo la cama,no sea que los errantes extraigan tu alma antes de conocer el verdadero sentido de la navidad.
Que tus sueños se guarden,sin conocer al afán por el desvarío en  la competición del mejor obsequio,antes que del mejor abrazo.



             Feliz 2011!!!!!!!!!,===



                  

Abrazo eterno.

Cuando abrieron la puerta,aún abrazaba el cuerpo de su hijo,en avanzado estado de putrefacción.          
Sus ojos,espejo de la cordura dejada en el sendero olvidado de una vida llena de miserias,veíanse diáfanos,en contraste con el cuadro pintado de absoluto dolor.
Le pidieron a Ana que abandonase el cuarto para preparar el cuerpo,pero fue tal su necedad y la imposibilidad de que lo  soltara,que pronto olvidaron,que en una tumba,había dos cuerpos abrazados.

Vacilación.

Subió las escaleras y se encontró a si mismo vestido de harapos,con una vela en su mano izquierda y un cuchillo ensangrentado en la derecha,mientras pequeñas gotas escarlatas  inundaban el piso junto a sus pies descalzos y malolientes.

¿Estoy muerto?_preguntó. 

Y al no hallar respuesta,vaciló entra la luz y el corredor...




                    

lunes, 20 de diciembre de 2010

La espera.

Albertina Camacho cayó por la escalera y en cuestión de segundos su miserable vida vida pasó ante sus ojos invadiendo el ambiente en una niebla de miedo, frustración y odio que perduró mas allá de la eternidad.

Su funeral,tan insignificante como su vida,fue olvidado al contar tres paladas de tierra estéril sobre el cajón de aspecto ordinario y común.


Al contemplar su cuerpo inerte,Albertina regresó a la casa y se sentó  al final de la escalera,esperando el momento en que Luis Adasme,cruzara la puerta por la cual había desaparecido en el momento justo en que su cuello crujió,producto del empujón que él le propinó.



                       

La furia de Ella

Aquella mujer lánguida de cabellos largos,que parecía una estatua de cera luminosa,cruzó la calle sin mirar.El auto de Alberto no aminoró la velocidad y aplastó el frágil cuerpo en un par de segundos.
Con su personalidad egocéntrica y narcisista,Alberto Herrera no se dignó siquiera en bajar.Se limitó a mirar por el espejo retrovisor y puso el vehículo en reversa,dejando el cuerpo destrozado y sin movimientos,sobre el pavimento que se teñía de escarlata.
Hizo una mueca de disgusto y se marchó a gran velocidad,en dirección a su casa en las afueras de la ciudad.
La propiedad era amplia,con un cuidado jardín y grandes ventanas cubiertas por cortinas rojas.Los muebles,de aspecto juvenil,contrastaban con el antiguo cimiento de la casa.
Se dirigió al patio trasero y buscó un recipiente para llenarlo con agua jabonosa y limpiar la sangre del auto,que no tuvo mayor daño.Su disgusto iba en aumento,al ver teñidas sus manos con la sangre de la muchacha y refunfuñó entre dientes que aquella estúpida mujer estaba bien muerta.
No había terminado de elucubrar,cuando un fuerte golpe lo lanzó lejos dejándolo casi inconsciente.Entre gemidos de dolor,vió como una figura espigada,nívea y tétrica se le acercaba para aprisionarlo por el cuello e izarlo como si fuera una mísera hoja de papel azotada por el viento.Tal era la fuerza con la cual aquella figura lo lanzaba una y otra vez sobre el auto,haciendo crujir sus huesos.
Alberto se debatía con fuerza tratando de liberarse de esa entidad sobrenatural,que hizo una pausa en su ataque bestial.
No bien hubo intentado ponerse de pie,cuando nuevamente,ella lo levantó,asiendolo por la espalda,doblandolo hasta casi lo inimaginable,mientras se oía tronar su columna vertebral,dejando a Alberto sin sentido,como quién  arranca un diente de león para solplarlo al horizonte.
Una ráfaga de viento frío inundó el ambiente.
Las puertas se cerraron violentamente,mientras una mano invisible apretaba con fuerza su corazón,arrancándole la última gota de vida,no sin antes alcanzar a murmurar una frase ininteligible.


Cuando la policía llegó al sitio del accidente,constataron su muerte,bajo extrañas circunstancias.No había nada en el camino que hiciera presagiar una vuelta de campana tan espectacular,como la dada por el automovilista.
Alberto Herrera,yacía con las manos encrispadas al volante,los ojos desencajados y el corazón paralizado,ante una visión tan aterradora,que le dejó una horrible mueca en su desfigurado rostro.
                                 






miércoles, 8 de diciembre de 2010

El visitante de la escarcha.

Hacía frío esa mañana de 1986.
La escarcha había satinado con sus hilos de plata el pasto y las hojas de los álamos que flanqueaban el camino de tierra.
Prepárabamos el desayuno,todos muy apurados para echar luego algo caliente al estómago y partir,pisando los charcos de agua congelados,al colegio y al trabajo.Fue en ese entonces,cuando por la ventana  de la cocina,que daba al "bajo",apareció él,con sus ojos azules,sus mejillas rojas por el frío y sus manos blancas y arrugadas por el paso de los años.Nos sobresaltó,pues pues no estábamos acostumbrados a recibir a nadie a esas horas,pero luego,el candor de su mirada y la calidez de sus voz,nos tranquilizó:


_Buenos días.¿Podría regalarme agüita caliente pa'l choquero?.

Y extendió un tarro negro por el uso y tres bolsa de té secas y amarillentas que seguramente ya no tendrían sabor.
Lo miré mas detenidamente y me pareció conocido:era como los ancianos de las tarjetas de navidad.Me pareció gracioso,pero dejé de sonreír cuando vi sus pies descalzos sobre el pasto escarchado...
Mi padre me ordenó darle unas marraquetas,lavarle el choquero y servirle tecito recién hecho;aparte de darle algunas bolsitas y otras cosas para el camino.
Mientras preparábamos todo,mi hermana gritaba que aquel anciano era el  Viejo Pascuero y mi madre,que era el buen dios que venía a verla.Sea como sea,aquel anciano no iba con el paisaje.El frío era fulminante,nosotros estábamos vestidos y tiritábamos.Y él se veía tan plácido,tan alegre,tan extraño.

Le extendí el choquero con el líquido  humeante y le dije a mi padre que lo hiciera entrar.Pero,con un "como se te ocurre,mierda",me gruñó para que lo sentara entre el álamo grande que  protegía la casa,sobre unas piedras,que con mi hermana habíamos corrido con gran esfuerzo,para hacer un descanso y tomar tranquilamente el "fresquito".
El anciano,agradeció las cosas y sus eternos ojos azules,como un cielo despejado de una mañana cualquiera,me miraron y sentí que ese hombre no pertenecía aquí.
Me sentí un tanto intranquila,pero no tuve miedo.

Nos metimos al dormitorio,grande,donde teníamos el comedor y nos dispusimos a tomar desayuno.No recuerdo que dijo mi madre,pero mi padre contestó que allí,entre las piedras,los perros no le harían daño.
Me asomé por la ventana inmensa de aquella habitación y grité que no había nada.
Me mandaron a verlo,así que tomé mi bolso del colegio y salí  corriendo hasta el camino que distaba unos tres metros de la casa,miré hacia todos lados,pero no había nada.Miré al potrero que colindaba con la casa,inmensamente escarchado pero el anciano había desaparecido.

Como ya era tarde,me dirigí al colegio y les narré a mis compañeros la historia.De vez en cuando salían voces exclamado:"era el viejito"."Era dios...",con lo que yo,me destornillaba de risa.
A mis padres nadie les sacaba de la cabeza,que aquel hombre era algún enviado especial...
Mientras tanto,en mi liceo,tuvimos dos horas libres,que aprovechamos para contar historias de terror y misterio.
Cada uno ponía énfasis en sus historias;yo no conté ninguna de las ya conocidas por mis contertulios,sino que les referí lo ocurrido en la mañana.
Estaba en eso,cuando una de mis compañeras me preguntó si el anciano era alto.Contesté que de estatura normal para un anciano y luego gritó desesperada que él estaba apoyado en una de las ventanas,lo que era imposible,pues estábamos en un segundo piso.
Miramos fuera y estaba oscuro lo que nos asustó mucho.
Dos amigos y yo,nos acercamos a la ventana,despacio y le vimos abajo,en la calle frente a nosotros.
Mis amigos se fueron corriendo en dirección a él y los que quedamos en el aula,tratamos de calmar a la chica que aún gritaba acusándome de haber llevado a aquel viejo tras ellos.

_¡Los chiquillos están parados junto a él!_exclamé.

Los otros se acercaron y vieron a los dos muchachos que nos hacían gestos,tratando de explicarnos que no lo encontraban.
Nosotros nos deshacíamos en gritos y gestos para decirles que el anciano,estaba allí,a su lado.
Volvieron,desilusionados por no encontrarlo por ninguna parte y no nos creyeron cuando les dijimos que estuvieron parados junto a él.

_Estaba ahí,parado junto a ustedes_.
_Allí no había nadie._respondieron_.Solo había escarcha,mucha escarcha y estaba todo muy frío.


Yo escuchaba el parloteo de mis amigos que poco a poco se fue haciendo insostenible y tuve que repetir varias veces,que aquel no era el anciano de la mañana.
Hubo un profundo silencio.Pocos se acercaron a mí,que permanecía inmóvil frente a la ventana,observando a aquel anciano,que nos decía adiós con su tétrica mano,mientras dibujada en sus labios una sarcástica sonrisa.

Tuvimos miedo de salir de allí.Esperamos un rato y corrimos,tomados de las manos,en dirección a la calle donde le habíamos visto.
En efecto,no había nadie,solo una gran área cubierta de escarcha gélida.
Al mirar hacia el aula,le vimos como una imagen reflejada en el espejo.Ahí,a través de los cristales,el anciano nos observaba y nos señalaba uno a uno.
Todos corrimos alborotados;algunos llorando...

   
                         
Hoy,después de tanto tiempo,me pregunto quién era.Y cada vez que hace frío y hay escarcha,evito salir.Aunque el frío entra en mi casa,a pesar de la chimenea y me cala los huesos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El confesionario.

Llevaba un piercing en su oreja izquierda y usaba una barba,apenas visible que le daba un aspecto inquisidor.Jamás olvidaba los anteojos oscuros y el gorro de aspecto ridículo de color gris.
Tenía una mirada pícara y  una sonrisa ladina.Debía contar con 37 años en aquel entonces...
De contextura  gruesa,a veces, parecía más viejo de lo que aparentaba.
Siempre me lo encontraba mientras hacía  mi trabajo,para darme un beso en la mejilla y guiñarme un ojo.Siempre lo mismo.Hasta a quel día.
En vez de besarme en la mejilla,acercó su boca a la mía y mordió bruscamente sus labios.No me moví.Ni siquiera lo miré.Solo atiné a salir de allí,con el rostro ruborizado e implorando que no lo volviera a repetir.
No me di cuenta cuando estaba detrás de mí.Y aunque quise cerra la puerta,su deseo de tenerme fue más fuerte.Se abalanzó sobre mí,poseyéndome como un loco,mientras gritaba de placer.
Su cuerpo se balanceaba,mientras me penetraba y me mordía los labios y las orejas.
Me obligó a  besar su frente y succionar su lengua,al tiempo que me apretaba con sus brazos y piernas,sin darme ocasión de escapar.
Mordió una y otra vez mi boca,tiró de mi pelo y apretó mis senos,sin dejar de entrar en mí una y otra vez.
Me volteó y sin mediar palabra,me penetró,hasta estallar de placer,en medio de un gran charco de sangre.
Cuando todo terminó,cansado de tanto sexo, salió en dirección desconocida,sin hablar y me obligó a ser su cómplice en el acto cometido.
.Aún ahora cuando pasa por mi lado,evado su mirada,mientras deja su pestilencia tras de sí.
Yo me quedo terminado mi trabajo,como si no lo conociera y siento su mirada penetrante en mi nuca.
 Por su culpa jamás tendré hijos.El daño que me provocó fue demasiado grande.
Es por eso que  aquí dentro del confesionario,le recordaré a usted,día tras día lo que me hizo.
Se que no pedirá perdón.Más le haré recordar lo ocurrido,así como usted,al otro lado del condesionario.desea olvidarlo.
Yo seré por siempre su desdicha,aún cuando las autoridades eclesiásticas lo hayan protegido.
Yo seré su perdición,así como usted fue la mía.Seré el castigo que tan impunemente evadió.
Se preguntará de que forma.Poco a poco,con la misma ponzoña que le da a los miserables del albergue.Aquel veneno que tan celosamente guarda para otros,se lo estoy suministrando en pequeñas dosis desde hace un par de años.
No sabe como disfruto cuando lo escucho quejarse de dolor...
Este confesionario,guardará algún día su cuerpo inerte y jamás podra decir a nadie que le sucedió.
Me gustaría ver su cara en estos momentos y no imaginar la mueca de horror que ha puesto.
Verlo a los ojos,directamente y comprobra su miedo.Pero,no saldré del confesionario hasta haber terminado.
Mañana vendré de nuevo,como todos los días;como lo he venido haciendo desde hace un par de años.
Trate de dormir,aunque debe ser horrible intentarlo,guardando tal confesión.

LA SEÑORA

El 10 de mayo de 1977,Aída caminaba asustada por un sendero gris y desolador,ignorando el tiempo que llevaba allí. El frío arreciaba y su...

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