Sus ojos,espejo de la cordura dejada en el sendero olvidado de una vida llena de miserias,veíanse diáfanos,en contraste con el cuadro pintado de absoluto dolor.
Le pidieron a Ana que abandonase el cuarto para preparar el cuerpo,pero fue tal su necedad y la imposibilidad de que lo soltara,que pronto olvidaron,que en una tumba,había dos cuerpos abrazados.
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