El 10 de mayo de 1977,Aída caminaba asustada por un sendero gris y desolador,ignorando el tiempo que llevaba allí.
El frío arreciaba y su corazón palpitaba raudo al constatar que le era imposible correr,como si una mano invisible le obstruyera el paso;llevaba una bandeja de madera en sus manos,regalo para su madre,echa por ella en el colegio añoso,donde no tenía amigos.Sintió miedo por la oscuridad que intentaba atraparla y por los arboles que flanqueaban el camino polvoriento e irreal que la conducía a casa y observó que no había gente en las calles ni sonido alguno,salvo el del viento.
Aída,menuda,delgada,de cabellos largos y tez pálida,se detuvo mirando a todos lados.Se preguntaba por qué no la habían ido a buscar y se estremeció por completo de solo pensar que estaba sola ante esa oscuridad amenazante;comenzó a correr atravesando la avenida donde escuchó un susurro,que la paralizó:alguien la llamaba...El camino a casa,estaba muy retirado de las otras viviendas,quizás por eso, habían demorado tanto en ir por ella y comenzó a remerorar las historias que escuchaba cada noche sobre los gemidos que salían de aquella casona abandonada (y que nadie parecía tomar en cuenta). Se apoderó de sus cortos siete años un miedo de locura y en su carrera creyó oír de nuevo el susurro;pensó que todo era producto de su imaginación alborotada por el silbido espeluznante de aquellos arboles que se mecían al vaivén del viento de invierno y siguió su travesía,aterrada...
De pronto,comprobó que estaba frente a la casona ésa y aunque trató no pudo evitar aminorar el paso para luego quedarse estática frente a ella.Miró a todos lados,agitado el pecho de cansancio y miedo y vio una luz blanquecina que venía;no pudo correr, esa luz le llamó fuertemente la atención y a pesar de las advertencias de los adultos,siguió allí. En medio de esa fosforecencia cristalina y lúgubre,vio a la Señora vestida de ropajes límpidos,cabellera larga que ondeaba al viento y ojos negros,vacíos y que susurraba su nombre,flotando sobre una especie de niebla alargando sus brazos,intentando tocarla,congelando el viento a su paso y el aliento de Aída que, paralizada de terror, no atinaba a mover un solo músculo de su frágil cuerpo.Cerró los ojos,pero no pudo evitar la tentación de volver a verla.Tan bella era,que le pareció uno de aquellos retratos que tenían en su casa o en la iglesia a la que la obligaban a ir,pero notó que era mucho más hermosa,con sus ojos,su pelo tocando el suelo=no así sus pies=y que la incitaban a ir hacia Ella llamándola claramente con sus brazos estirados maternalmente. De pronto sintió un olor fétido que acompañaba a la irreal aparición y vio un ser horripilante de un solo ojo, con la boca contorsionada en una horrible mueca,rostro opaco,casi negro,que estaba parado frente a ella,observándola,a escasos segundos de tocarla;trató de moverse para poder escapar pero le fue imposible y sintió una mano inmensa que le tomó el hombro sacudiéndola,sacándola de su estupor.El miedo la invadió por completo y comenzó a golpear con sus pequeñas manitos al Ser que la afirmaba y que no la dejaba ir.Cerró los ojos,gritando con fuerza por ayuda,pero bien sabía,que en ese camino solitario nadie la escucharía... Quizo seguir gritando,pero de entre sus alaridos escuchó la voz ronca de su padre intentando calmarla.Su respiración se detuvo y mirando a todos lados se dio cuenta que,tanto la Señora como aquel Ser ya no estaban y llegó a su casa a punto de desmayar pero no contó nada,pues sentía pánico de lo sucedido a pesar de la preguntadera;recordó el regalo que traía y por más que buscó no lo encontró por ninguna parte...¡No tuvo fuerzas para llorar!. Se acercó a la ventana y miró la luna llena,que le pareció más grande de lo habitual.Le gustaba ver la luna en el pozo de la casa(aquello la calmaba) y fié en ese momento,cuando escuchó su nombre en un susurro y se encaminó,casi en trance, hacia el sauce frondoso donde éste se ubicaba;no le fue difícil correr las tablas que lo cubrían(como si alguien le ayudase) y observó el reflejo de su rostro por largo rato,hasta que ya no estaba ella sino la Señora que le miraba,sentada en las ramas del árbol,sonriendo,con sus manos cadavéricas acariciándola.Se levantó del suelo=ya que el pozo aún no tenía barandales=y salió corriendo mientras la oscuridad la alcanzaba junto a la melodiosa voz de la Bellísima Señora que no cesaba de repetir su nombre:
=¡Aída...!,¡Aída...!¡Aída...!
Al intentar entrar en su casa,se dio cuenta que la puerta estaba cerrada y comenzó a golpear y gritar enloquecida,mientras miraba el sauce y su aparición espectral y allí comprendió que,quién susurraba su nombre,era la Señora de los Infiernos. Cuando ya desfallecía,la puerta se abrió de par en par,dejando ver a su madre con un balde en sus manos,pero Aída,gritaba de tal manera,que entraron raudas,asustadas las dos:una por ver la espectral aparición,la otra por los chillidos descomunales de su hija.Al cerrar la puerta,Aída miró hacia el pozo y notó con temor indescriptible,como la Señora desaparecía en un manto de neblina espesa,con una sonrisa siniestra,alargando sus delgadísimas manos,flotando suavemente sobre los crisantemos. Fué en vano que le preguntaran qué tenía;su llanto convulsivo no daba respuestas a lo sucedido y la enviaron a la otra habitación,mientras los padres cerraban puertas y ventanas,para luego mirarse en silencio con el rostro pálido;entre sollozos,Aída se quitó el uniforme escolar,se puso un pijama y peinó su largo cabello rojizo,que le llegaba casi a las rodillas;al abrir las sábanas de su cama,vio con ojos desencajados por el horror,la bandeja que le había echo a su madre.
En ese momento,comenzaron a aullar los perros...
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