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miércoles, 8 de diciembre de 2010

El visitante de la escarcha.

Hacía frío esa mañana de 1986.
La escarcha había satinado con sus hilos de plata el pasto y las hojas de los álamos que flanqueaban el camino de tierra.
Prepárabamos el desayuno,todos muy apurados para echar luego algo caliente al estómago y partir,pisando los charcos de agua congelados,al colegio y al trabajo.Fue en ese entonces,cuando por la ventana  de la cocina,que daba al "bajo",apareció él,con sus ojos azules,sus mejillas rojas por el frío y sus manos blancas y arrugadas por el paso de los años.Nos sobresaltó,pues pues no estábamos acostumbrados a recibir a nadie a esas horas,pero luego,el candor de su mirada y la calidez de sus voz,nos tranquilizó:


_Buenos días.¿Podría regalarme agüita caliente pa'l choquero?.

Y extendió un tarro negro por el uso y tres bolsa de té secas y amarillentas que seguramente ya no tendrían sabor.
Lo miré mas detenidamente y me pareció conocido:era como los ancianos de las tarjetas de navidad.Me pareció gracioso,pero dejé de sonreír cuando vi sus pies descalzos sobre el pasto escarchado...
Mi padre me ordenó darle unas marraquetas,lavarle el choquero y servirle tecito recién hecho;aparte de darle algunas bolsitas y otras cosas para el camino.
Mientras preparábamos todo,mi hermana gritaba que aquel anciano era el  Viejo Pascuero y mi madre,que era el buen dios que venía a verla.Sea como sea,aquel anciano no iba con el paisaje.El frío era fulminante,nosotros estábamos vestidos y tiritábamos.Y él se veía tan plácido,tan alegre,tan extraño.

Le extendí el choquero con el líquido  humeante y le dije a mi padre que lo hiciera entrar.Pero,con un "como se te ocurre,mierda",me gruñó para que lo sentara entre el álamo grande que  protegía la casa,sobre unas piedras,que con mi hermana habíamos corrido con gran esfuerzo,para hacer un descanso y tomar tranquilamente el "fresquito".
El anciano,agradeció las cosas y sus eternos ojos azules,como un cielo despejado de una mañana cualquiera,me miraron y sentí que ese hombre no pertenecía aquí.
Me sentí un tanto intranquila,pero no tuve miedo.

Nos metimos al dormitorio,grande,donde teníamos el comedor y nos dispusimos a tomar desayuno.No recuerdo que dijo mi madre,pero mi padre contestó que allí,entre las piedras,los perros no le harían daño.
Me asomé por la ventana inmensa de aquella habitación y grité que no había nada.
Me mandaron a verlo,así que tomé mi bolso del colegio y salí  corriendo hasta el camino que distaba unos tres metros de la casa,miré hacia todos lados,pero no había nada.Miré al potrero que colindaba con la casa,inmensamente escarchado pero el anciano había desaparecido.

Como ya era tarde,me dirigí al colegio y les narré a mis compañeros la historia.De vez en cuando salían voces exclamado:"era el viejito"."Era dios...",con lo que yo,me destornillaba de risa.
A mis padres nadie les sacaba de la cabeza,que aquel hombre era algún enviado especial...
Mientras tanto,en mi liceo,tuvimos dos horas libres,que aprovechamos para contar historias de terror y misterio.
Cada uno ponía énfasis en sus historias;yo no conté ninguna de las ya conocidas por mis contertulios,sino que les referí lo ocurrido en la mañana.
Estaba en eso,cuando una de mis compañeras me preguntó si el anciano era alto.Contesté que de estatura normal para un anciano y luego gritó desesperada que él estaba apoyado en una de las ventanas,lo que era imposible,pues estábamos en un segundo piso.
Miramos fuera y estaba oscuro lo que nos asustó mucho.
Dos amigos y yo,nos acercamos a la ventana,despacio y le vimos abajo,en la calle frente a nosotros.
Mis amigos se fueron corriendo en dirección a él y los que quedamos en el aula,tratamos de calmar a la chica que aún gritaba acusándome de haber llevado a aquel viejo tras ellos.

_¡Los chiquillos están parados junto a él!_exclamé.

Los otros se acercaron y vieron a los dos muchachos que nos hacían gestos,tratando de explicarnos que no lo encontraban.
Nosotros nos deshacíamos en gritos y gestos para decirles que el anciano,estaba allí,a su lado.
Volvieron,desilusionados por no encontrarlo por ninguna parte y no nos creyeron cuando les dijimos que estuvieron parados junto a él.

_Estaba ahí,parado junto a ustedes_.
_Allí no había nadie._respondieron_.Solo había escarcha,mucha escarcha y estaba todo muy frío.


Yo escuchaba el parloteo de mis amigos que poco a poco se fue haciendo insostenible y tuve que repetir varias veces,que aquel no era el anciano de la mañana.
Hubo un profundo silencio.Pocos se acercaron a mí,que permanecía inmóvil frente a la ventana,observando a aquel anciano,que nos decía adiós con su tétrica mano,mientras dibujada en sus labios una sarcástica sonrisa.

Tuvimos miedo de salir de allí.Esperamos un rato y corrimos,tomados de las manos,en dirección a la calle donde le habíamos visto.
En efecto,no había nadie,solo una gran área cubierta de escarcha gélida.
Al mirar hacia el aula,le vimos como una imagen reflejada en el espejo.Ahí,a través de los cristales,el anciano nos observaba y nos señalaba uno a uno.
Todos corrimos alborotados;algunos llorando...

   
                         
Hoy,después de tanto tiempo,me pregunto quién era.Y cada vez que hace frío y hay escarcha,evito salir.Aunque el frío entra en mi casa,a pesar de la chimenea y me cala los huesos.

2 comentarios:

escarcha dijo...

hola ishtar
muy buen cuento, perfectamente narrado, me ha enganchado desde el comienzo.
te sigo.
espero que puedas pasar por mi blog
www.elblogdeescarcha.blogspot.com

SALUDOS.

Anónimo dijo...

Hola.Por tu blog nos encontraremos y gracias por el comentario.===

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