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jueves, 22 de noviembre de 2012

El Rezo

-Santa María,madre de Dios,ruega por nosotros los pecadores....
                              La voz,casi se extinguía a la luz de la vela deforme que la abuela Ana,usaba para su horas de rosario.Era un siseo constante,todos los días alas ocho de la noche en punto.A veces ,e quedaba con ella,mirando el techo y siguiendo de reojo los gestos que ella hacía,pero sin poner atención.Me aprendí los rezos de memoria,pero no creía en ellos y me fastidiaba,a veces,que me llamara para rezar con ella.
Contaba con unos 80 años,tez blanca,arrugada,pero ojos suaves, tiernos y vidriosos.En realidad,no era mi abuela,sino mi bisabuela,por parte de padre.Yo la quería mucho,pero a veces,lograba fastidiarme en serio.Muy en serio.
Usaba una trenza larga,que peinaba con esmero cada mañana y soltaba cada noche.Era un ritual toda sus vida:levantarse,lavarse,desayunar, almorzar,leer,ir al jardín y rezar hasta que llegaba la noche con su negra boca.
Yo jugaba cerca y casi siempre era la que le acompañaba en esa casucha que casi se caía.Siempre me pregunté porqué vivía allí.Si no pasaba frío o hambre o se sentía sola.A veces,la miraba y estaba con sus mirada perdida,recordando quién sabe qué misterios de su otrora vida.Nunca vi cuadros suyos;ni siquiera recuerdo sus muebles...solo recuerdo un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús,que colgaba de la pared,frente a su velador,donde ella rezaba.
Cierto día,no estaba en su cuarto,porque su casa solo tenía un cuarto.
La busqué,pero no la hallé y pregunté a mis padre donde había ido la abuela.Un silencio me rodeó y luego un brazo largo,que me sacó de la cocina,con fuerza y me dijo:

-Tu abuela se ha ido con Dios.

Aquello no era cierto.Nadie iba con dios;al menos yo no lo creía así.Porque simplemente no decían que había muerto y ya.Ahora que pasaría con su cuerpo,a donde iría...que haría yo de ocho en adelante.
Comenzaron a llegar los parientes que jamás se dejaron ver cuando ella vivía;gente extraña que se acercaba al féretro y lanzaba una frase al viento o lloraba sin razón.Yo les miraba desde la esquina de la habitación, cerca de la abuela y me mordía los labios por no gritarles lo cínicos que eran.
Mis padres,recibían el pésame y los niños habíamos sido instruidos para no molestar.¡Nosotros,yo!.Si aquella gente  extraña era la que molestaba,con sus aspavientos y sus llantos.
Me salí de allí y me fui al jardín,donde encontré a una mujer llena de llagas en sus manos.La miré,pero ella estaba absorta en unas rozas rojas,con sus ojos llenos de nubes.Me volví con disimulo,pero ella me habló:

-No te vallas,se que estas ahí.Tú eres Lina, cierto?.

-Si,señora-contesté solemne.

-Ah,lo sabía.La Anita me habló de ti.

-Que le dijo?

Pero por respuesta lo único que recibí fue una risilla cómplice del algun misterio.
Oía el llamado de mi madre y salí corriendo,no sin antes volver a mirar a la señora de las llagas,pero ya no estaba ahí.
Llegué al salón donde se velaba el cuerpo inerte de la abuela,justo para el rosario que ella tan puntualmente rezaba cada noche,pero no era lo mismo.Sonaba a mentiras,a chisme de iglesia.No tenía aquel fervor que me hacía perderme en el techo buscando a aquel ser a quien ella tanto invocaba.Cerré los ojos y la vi. Aquella imagen me tranquilizó y me dieron ganas de llorar por primera vez.Y lo hice a todo pulmón.
Cuando llegó la noche,lo único que deseaba era dormir mucho rato.Así lo hice,al menos eso creí.
Desperté a las 3 de la mañana,con un peso en mis pies.Intenté moverme pero no pude y me costaba respirar.Abrí los ojos y divisé la silueta de dos mujeres.Una era la abuela y la otra la mujer del jardín.Estaban sentadas en mis pies, balanceándose,casi divertidas.Traté de gritar pero no emití sonido y apenas un siseo que nadie escuchó.Sentí el paseo constante de las personas del sepelio y traté inútilmente de gritar o moverme;la abuela se me acercó y me susurró al oído palabras que no entendí y la mujer de las llagas sonreí ensimismada en su misterio.De pronto en un segundo desaparecieron.
Me tiré abajo de la cama y revisé todo con la poca luz de las velas que entraba por las rendijas de mi habitación.Pero no había nada.
Sentí un respiro en mi nuca y al volverme las manos de las mujeres se me abalanzaron y me dejé caer en su noche tétrica.
Desperté con el alba y salí vestida totalmente de negro.En mis manos llevaba el rosario de la abuela y comencé a rezar el Ave María,de forma frenética.Una y otra vez repetí el rezo y una y otra vez,los dolientes se limitaron a seguirme.Así desde que salimos de casa hasta que llegamos al cementerio un par de horas después.
Nadie me preguntaba ni me cuestionaba;solo asentían como en trance y repetían,sin cesar:"Santa María,madre de Dios".
Las últimas paladas,apagaron mi voz y un estruendo cegó mis ojos.Caí desvanecida sobre la fría loza del panteón y dormí por mucho tiempo.
Y ahora estoy aquí.En una habitación blanca.Tan blanca que daña mis ojos.Donde una cama blanca me acompaña de día y de noche,sobre todo a las ocho,cuando el sol casi se ha ido,cuando las dos mujeres se aparecen y rezan,como si nunca lo hubiesen hecho.Como nunca lo dejaran de hacer, aunque yo les suplique,entre gritos y lágrimas;entre amarras y valium,entre llagas y nubes...

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