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domingo, 8 de febrero de 2009

LA IGLESIA

="¡No mires atrás,que te llevará el Diablo...!" .

Las palabras de la abuela sonaron huecas en aquella iglesia casi desolada y Anabel mantuvo, aunque no quería, la mirada fija en el Dios Crucificado.Comenzaba a tener frío y hambre;llevába ahí un buen rato y ya se entumía su cuerpo,arrodillado en las frías piedras que pulían las beatas y donde su rostro se veía más pálido. Odiaba aquel lugar:el olor a velas,las interminables oraciones que la obligaban a estar en una posición incómoda tanto tiempo,venerando un Dios en el que nunca había creído. Miró de reojo los labios resecos de su abuela y cada arruga que se le formaba al entrecerrar los ojos,tratando de entender la ininteligible y larguísima oración que tanto la asustaba.Miró hacia el suelo y trató de recordar cuando fué la primera vez que la oyó,más sabía que era desde que tenía uso de razón,pués en aquel pueblo,nadie faltaba a aquella iglesia ni un solo día y por esa razón la maldecía cada vez que podía.Sintió tres golpes secos y abrió los ojos asustada;debía seguir el rito de la anciana,así que empunó su frágil mano y golpeó su pecho repitiendo:

="Por mi culpa,por mi culpa,por mi gravísima culpa".

Y cada vez se preguntaba por que tenía que pedir perdón frente a una imagen,sino había cometido nada. Volvió a mirar a su abuela y ésta le hizo un gesto de desagrado;bien sabían todos que a Anabel no le gustaban los rezos ni mucho menos ir a las mentadas misas ¿pero qué podía hacer ante la orden inexcusable de la rígida anciana por la que sentía un profundo sentimiento de temor, lástima y odio?;jamás la había querido:la detestaba con todas sus fuerzas,no solo por que la obligaba a asistir a misa sino por que insistentemente la golpeaba con su bastón,según ella para alejarla del Diablo que ya tenía la mitad de su alma,cada vez que miraba hacia atrás;quería moverse pero si lo hacía agregaría otro moretón a su brazo,producto de los pellizcos de su abuela que enojada la haría volver a repetir la oración,así que,como siempre,hasta donde abarcaban sus ojos,repasaba una y otra vez las paredes de piedra de aquella pequeña,pero fría y lúgubre ermita,que conocía de memoria. De pronto,sintió la necesidad extrema de volverse;miró de reojo a su abuela y la encontró en completo extásis y sigilosamente miró sobre su hombro;todo el panorama cambió:la iglesia le pareció más fría,grande e incluso el Cristo Crucificado le pareció distinto. Notó que las paredes no estaban como antes sino como si las hubiesen revestido con algo viscoso que aún escurría por ellas;sintió asco pero un espasmo en su vientre le hizo exalar un suspiro y quizo tocarlas,palpar su textura,olerla,desnudarse y embadurnarse con aquella rara sustancia que había despertado en Anabel, sus más sórdidos deseos.Este pensamiento malsano le hizo soltar una risilla que recorrió en un eco pútrido los surcos tortuosos de las piedras de esa iglesia. Sintió el pellizco de su abuela,pero estaba fascinada con la idea de perder la virtud en aquel lugar,a manos de quién fuera,aunque aquello le costase la otra mitad de su alma;se levantó,adormecidos los músculos por tantas horas de rodillas y se dirigió,ávida y temblorosa a encontrarse con lo desconocido.Entre los bastonazos de su abuela y los gritos de las beatas que estaban allí en ese momento,comenzó a despojarse de sus ropas mientras reía convulsionante,arañando las paredes,besando cada palmo de aquel frío lugar.

De pronto,se escuchó un estruendo y en medio de la iglesia,justo en frente de donde estaba el altar, se abrió un foso de donde salían engendros que provenían del averno,dejando un olor sulfuroso que invadió el ambiente por completo espantando hacia un rincón al grupo de mujeres temerosas que intentaban detener a Anabel en medio de temblores tan fuertes que las hicieron caer. Invocando a aquellos seres que se acercaban sacrílegos a su cuerpo para mancillar con su pestilencia la virginidad que la muchacha ofrecía a Satanás,una y otra vez,contorsionándose en el piso,lanzando injurias,con los ojos inyectados en sangre,mientras aquellas manos(si así se les podía llamar a aquellos macabros esqueletos sanguinolentos a punto de deshacerse)que en medio de gemidos guturales estaban a punto de alcanzarla,para dar paso a sus más nauseabundos deseos.Una ráfaga de viento frío entró raudo por la antigua puerta,volcando las preciadas reliquias religiosas ,apagando los cirios y abriendo estrepitosamente las ventanas, en el momento en que Anabel era alcanzada por los grotescos demonios,como una serpiente que enrolla a su presa,entre quejidos de lujuria y espectrales gritos de victoria por el trofeo obtenido...

Desde un rincón,miraban incrédulas las ancianas,con sus rosarios en las manos,sin dejar de orar un solo momento,esperando al Dios que adoraban y que jamás se presentó...

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