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sábado, 7 de febrero de 2009

EL ROSTRO

Aquel niño lloraba triste y desconsolado junto al ventanal desde el cual podíanse ver alegres personas comiendo y charlando,como si nada de afuera les importase. El niño ,ensimismado en aquella tristeza, de la cual se es difícil escapar,me llamó la atención por una cosa en particular:sus lágrimas caían como torrentes pero no escuchaba el típico sollozo o el desgarrador murmullo al que te arrojan las olas de la pena insondable.Su mirada transmitía congoja y a la vez odio y repulsión.Su cara, blanquecina,de aspecto lúgubre(sería por tanto llanto),junto a su boca carmesí le daban un aspecto irreal.Las lágrimas dejaban surcos sucios en su rostro,que más parecían cicatrices de un intenso dolor llevado a cuestas por años,que un berrinche de niño mimado. Quise darle un mendrugo de pan,pero estaba absolutamente fascinado y opté por no hacerlo... Intenté preguntarle por qué tanta tristeza, por qué el llanto,pero estaba anodadado por la belleza inexplicable de aquel muchachito;jamás había visto tal mezcla de belleza y fríaldad,de serenidad y perturbación, de angélico y diabólico, de etéreo y corporal... Sí.Por que todo eso era lo que me transmitía,un laberinto abrumador que me atraía irresistiblemente.Así estuve por alrededor de unas cuantas horas;solo, mirando aquel rostro que me llevaba a la paz prometida por los curas de mi niñez y que jamás había tenido.De pronto,el niño me miró y esbozó lo que podría llamarse una sonrisa y con voz espectral dijo,sin quitarme la mirada irónica de encima: " -¿Qué miras, repugnante ser?.Largo de aquí;ve a sentir lástima por tí,en tu casa,mirándote al espejo del corredor al que tanto le temes desde niño,llorando lastimero por tus fracasos y los triunfos de otros.Triunfos que te llenan de envidia,odio y locura. Fracasos que te carcomen el alma corroída por tus insalubres lágrimas por no alcanzar tus miserables metas.Qué esperas,Manuel.Corre,como cuando te escondías de tu madrastra para que no te golpeara.Vamos, Manuel,tu insanidad te espera... Me corrió un sudor frío por el cuerpo;como sabía...miré hacia todos lados cerciorándome si alguien más había escuchado aquella ínfima versión de mi vida, pero todos seguían en su asquerosa alegría. Salí corriendo, mientras oía el llanto del niño envolviéndome por completo,internándose en lo más profundo de mi ser.Corrí, hasta que caí de rodillas sin poder olvidar el rostro de aquel niño.No quería recordar que me había dicho;no me interesaba.Lo único que veía en todo lugar,en todas direcciones,incluso cuando cerraba los ojos,era aquel bellísimo rostro;lo anhelaba.Incluso le ofrecí mi alma, mi vida entera(si es que tenía vida).Intenté implorar,pero había olvidado los rezos.Descuidé mi aseo personal,mis costumbres más arraigadas,mis paseos del sábado por la tarde;olvidé mi familia.Me aislé por completo de ellos,su miserable faz me perturbaba;solo quería la del niño,quizás por última vez.(Yo deseaba que para siempre). Perdí mi trabajo ,mi familia.¡Que me importaban!. A cada rato,según ellos, por mi "brusco cambio",venían a importunarme pidiéndome que recapacitara,que volviera en mí.Que aún había tiempo. Perdí todo,excepto la imagen sacra del niño grabada profundamente en mi memoria.¡No!.Solo querían apartarme de su rostro,¡porque yo lo había encontrado y no ellos! .Temblé, sentí hambre pero,me negué a comer.Mi cuerpo se estaba convirtiendo en un escuálido guiñapo,sucio,mal oliente e indigno que ansiaba ver de nuevo la cara del infante,como si de eso dependiera mi ser.Debía encontrarlo a como diera lugar y levantándome salí,cual ebrio tras su etílico brebaje,buscando entre las calles la razón de mi existir,el aire de mis pulmones secos, la sangre putrefacta de mis venas,hasta que en un rincón pestilente de mi vecindario,lo ví.No era el niño en su majestuosa tristeza,sino muchas pinturas que captaban trazo a trazo su belleza infinita,celestial y demoníaca;lo acaricié,lo besé,reí como un loco,arrodillado en el pavimento húmedo y tomándolas ,salí huyendo despavorido de aquel lugar mientras oía improperios y juramentos que me maldecían,pero que, mi estrepitosa risa opacaba por el botín substraido. Puse cada pintura en las murallas de mi habitación. Observándolas por largos períodos,riendo estrepitosamente o llorando por no tenerlo cerca,invoqué a los seres del averno para que me ayudasen en mis ansias enfermizas y así poder ver su rostro perfecto desde cualquier punto.Girando y riendo,insano y cuerdo;memorizé cada centímetro de aquella habitación,única en el mundo,echa solo para mí. De pronto,no sé cuándo ni cómo, comenzé a oir su llanto: lo busqué por todas partes,gritando y rompiendo todo a mi paso,hiriéndome el descarnado cuerpo con los trozos de vidrio y estrellando la cabeza contra las paredes mil veces al no encontrarlo.Juro que primero fue un gemido,luego un llanto incontrolable y un torrente abrupto de lágrimas brotaron de mis ojos nublándome el alma (si es que alguna vez llegué a tenerla...) al darme cuenta que no estaba ahí.Posteriormente se hizo estridente y ensordecedor a tal punto, que no soporté aquel griterío dantesco, legado del más allá.No sé como,no recuerdo cuando llegaron ni por qué comenzé a golpearlos de esa manera.Tal véz,fueron sus voces al unísono con el llanto,lo que me hizo actuar así.¡Aún siento el olor de la sangre en mis manos!.Los masacré bestialmente,apilándolos en la habitación.¡Querían arrancar cada pintura y no podía permitirlo!.Después, mi cuerpo al no tener fuerzas por tantos días sin comer, comenzó a sentir los calambres del hambre y sin más, me senté ante ese magnífico festín que me había regalado el prodigioso niño (¿quién más podría ser?),para ingerir trozos de los cuerpos frescos,beber de la sangre tibia,hasta quedar totalmente satisfecho.Fué un manjar delicioso,la ambrosía tan buscada y me la habían dado a mí. Fue ahí,cuando me dí cuenta que pertenecía por completo a todos los seres infernales que había invocado: =Sammael,Astaroth,Bafomet,Tamuz,Belial,.Baalbe-rith,Moloch... Y me ofrecí para siempre,como su servidor a cambio de poder ver al niño,tan solo un mísero segundo...¿Quién no habría echo lo mismo por sentir,tocar,oler y mirar por siempre ese rostro perfectísimo,que yo,solo yo, había encontrado?No sé cuando llegó más gente; me aferré con tal fuerza a los trozos de su retrato,mordiendo con voracidad la carne fresca y deliciosa y escupiendo a quién osara quitármelos, mientras vociferaba como animal poseído que aquello era absolutamente mío;¡y me importó un carajo que me ataran y me inyectaran!,pues en la quietud del adormecimiento que me invadía,su carita se acercó tanto a la mía que, aún ahora,al cerrar los ojos puedo ver la pálida e inconsolable faz balbuceando mi indigno nombre.

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