El winka había llegado con su progreso y su exterminio a la zona donde él había conocido la vida y en un par de meses,habían desviado ríos e inundado el valle con su central hidroeléctrica,perdiendo aquel,todo atisbo de vida.Lo único que seguía merodeando,ahora en un hábitat más grande,era el Cuero,que ávido de sangre esperaba en la ciénaga a la presa descuidada y distraída que se acercaba a refrescarse en las aguas negras,embarcándose en un viaje seguro a la muerte,al ser envueltos por aquellos fatídicos engendros.
Nadie sabía a ciencia cierta como habían nacido.Unos,que no habían curtido el cuero de las vacas robadas por los cuatreros,lanzándolas con sangre al agua,donde se aferraban a la vida de la mano del Diablo.Otros,que era el alma de algún demonio escapado de los confines del infierno,que a través de ésa piel desollada succionaba la vida de sus víctimas para seguir existiendo.Fuera cierto o no,aquellos seres existían en el tranque y esperaban pacientemente a sus víctimas.
Pocos eran los que los habían visto,pero fue suficiente para que lo supiera toda la región del sur y se extendiera al resto del país.Aucán,había sido uno de ellos;con escasos trece años,acompañaba a su madre y a su hermano de meses.Se acercaron al tranque por un poco de agua para sus caballos y les llamó la atención una piel,exquisitamente blanca y suave que estaba en la orilla,abierta de par en par.Tan limpia estaba que la madre no resistió colocar al bebé sobre ella,mientras llevaba sus animales a beber.
Tan rápido fue todo,que no advirtieron como éste envolvía el cuerpo rosado del lactante para llevarlo al fondo de aquella laguna maldita.
Los gritos desesperados de la madre no cesaron ni siquiera cuando las turbias aguas,teñidas de rojo intenso,comenzaron a calmarse.
Aucán,cerró los ojos ante el recuerdo de su hermano.Seguía a la espera de la aparición de un Cuero para dar por terminada su faena.Llevaba ahí varios días...
Miró de un lado a otro y luego a los cuerpos que yacían desvanecidos,en espera de su verdugo.Respiró hondo.Ya pronto sería mediodía y el sol en su cenit,quemaba aún más la piel curtida del fornido mapuche.
Se acercó a uno de los cuerpos y quitándole el bozal,hecho con un grueso pañuelo bordado a mano,le dirigió una sonora y áspera maldición:
_De aquí no sales vivo.Te robaste mi espíritu vivo al inundar mi tierra.Y la misma agua que dejaste entrar,se encargará de cobrar la deuda.¡Winka de mierda!.
Almeyda,prestigioso parcelero de la zona,que no escatimaba recursos para conseguir sus propósitos,sollozaba como un niño destetado.
_Ya no eres tan valiente..._murmuró Aucán,apesadumbrado y asqueado.
De improviso,las oscuras aguas del tranque maldecido se mecieron al vaivén de unas suaves olas.De ellas surgió un cuero negro,de unos tres metros de ancho y seis de largo.Nadaba en dirección a la orilla,lenta y sigilosamente,en busca del sol,pues es sabido que les encanta tirarse un par de horas bajo sus cálidos rayos,para luego fundirse en el cieno carente de vida.
Aquel cuero reluciente como ébano recién pulido,se detuvo unos instantes y agitóse fuertemente sobre la superficie.En unos minutos aparecieron dos cueros más y salieron del estanque,arrastrándose por la orilla en dirección a Almeyda y su hijo,que se retorcían de pavor al ver que la leyenda de los lugareños era cierta.El mozo,fue el primero en ser cubierto por el Cuero Negro.No se escuchó un solo gemido;pero el charco de sangre que quedaba a medida que éste regresaba al agua,dejó en evidencia que había servido de almuerzo al engendro.
Almeyda vio como los cueros restantes se acercaban lentamente a él.Uno de ellos le cubrió de la cintura hacia abajo,mientras el otro solo esperaba,moviendo sus espeluznantes ojos y agitando su asquerosa boca.
Aucán,con una mirada de satisfacción y miedo,no perdía detalle de lo sucedido,menos al reconocer en el cuero que esperaba quién sabe qué,al que mató a su hermano...
_Aucán,ayúdeme.Le devuelvo su tierra,le devuelvo...
No alcanzó a terminar.El otro Cuero, de dimensiones más pequeñas, se había abalanzado sobre su cabeza.Un grito ahogado escapó de los labios del terrateniente,mientras un crepitar de huesos se perdía en el viento.
Los Cueros,arrastraron el cuerpo reventado hacia el agua,mientras el Negro esperaba en medio del tranque el botín llevado por el indígena,reclamando venganza por las tierras usurpadas,no así por su pequeño hermano devorado hacía tiempo.
Aucán,recitó una antigua oración y se disponía a ir a lo que ahora era su casa,cuando de pronto,del verde pasto que cubría la orilla del tranque,unas garras afiladas y puntiagudas, de cuyos tentáculos emergían dos ojos rojizos y desorbitados,le saltó encima. No tuvo tiempo siquiera de moverse,tan rápido fue.
Su hocico fétido,parecido a una enorme ventosa siniestra,chupó sus fluidos dejando solo unos despojos imposibles de reconocer sobre el agua a la que le habían llevado.La quietud envolvió las aguas negras que guardaban celosamente el secreto de la existencia de tales monstruosidades.
En lontananza,se divisaban las figuras de una cuadrilla de trabajadores en busca de los hombres desaparecidos;ninguno de ellos,se atrevió a pasar cerca del tranque.
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