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miércoles, 4 de febrero de 2009

EL CLÉRIGO


No sé porqué,pero siempre esperábamos el último rescoldo de brazas a punto de morir,parar comenzar a escuchar las historias,tras un largo día . Nos sentábamos en unas bancas de madera a punto de derrumbarse,con un tazón agrietado que humeaba té con leche,o café con el mismo aroma de la mañana en que dejamos nuestras casas para salir al trabajo y una marraqueta tostada por las brazas. Alonso,el que narraba las historias que tanto nos gustaban,estaba distraído,sorbiendo el café espumoso y caliente que apenas rozaban sus labios.Era un hombre grande,tiznado y curtido que siempre llevaba encima un relicario que parecía de plata.Todos le teníamos harto respeto;era amable,educado,demasiado para trabajar en el campo y jamás le oímos un resoplo de fatiga y eso que era el mayor de todos.Vestía un traje gris que resaltaba sus grandes ojos negros y su boca era,en contraste con su rostro ancho y fuerte,una sutil linea delgada que parecía, apenas ,un trazo de niño que estaba aprendiendo a escribir.


=¿No nos va a contar nada,oiga?=dijo Molina.Hombre pequeño,pero fuerte a la hora del trabajo.
Alonso lo miró,se movió un poco y contestó que ésa noche no estaba para historias.Que lo dejaran tranquilo...
Todos nos miramos;aquello era inusual en nuestro arquetipo de vida.Algo andaba mal y ninguno se atrevía a preguntarle al hombre enmarañado en algún lejano y tal vez doloroso recuerdo, que lo mantenía a en un profundo silencio.
De pronto,dijo con voz ronca,como acostumbraba:

=Hoy es noche de San Juan...Ahí les va ésto:

" Hace años,cuando era joven,salí por ahí,en un lugar que no viene al caso,a tomarme unos tragos con unos que se decían mis amigos.Cuando ,ya bien entrada la noche,me quise ir,uno de ellos me advirtió del camino que se cruzaba con la casa del cura Enzo,que había llegado con su cuento del evangelio.Quería hacer una capilla y bautizar a todos los que habían nacido,según él,sin la venia del Señor.Como estaba borracho,no le hice caso y me fui no más,refunfuñando que a mi nada de curas o clérigos o algo por el estilo y ni puse atención a lo que decía entre su verborrea asquerosa y mal oliente.
El viento,me refrescó la cara y poco a poco se me fue espantando la borrachera.Comencé a pensar en lo que había gastado,teniendo apenas para comer y me sentí un poco culpable,pero,como dicen por ahí"a uno se le calienta el hocico".
Todavía me faltaba mucho por llegar a mi casa y como no tenía ganas de caminar,tomé el camino cruzado.Me fui silbando una canción añeja,cuando de pronto vi unas llamas que se veían a lo lejos.Pude haberme apurado,pero el solo hecho de ayudar a quién me había llamado la atención una vez por culpa del trago,me hizo disminuir el paso.Incluso tuve la desfachatez de encender un cigarro y sentarme muy tranquilo a echar unas pitadas.De pronto se me acercó el clérigo ese,y me suplicó ayuda.Pero yo estaba demasiado ocupado en mí mismo,como para pensar en un maldito cura...Y sin más le pegué un puñetazo que lo dejó tirado en el suelo mientras veía como se consumía la capilla,dejando al desnudo su lúgubre esqueleto. Me fui silbando,a paso lento,para terminar mi cigarro. 
No más llegué a mi casa y me quedé pasmado:ahí estaban mis viejos tomando café con el hombre al que yo había golpeado.No estaba sucio o algo por el estilo,ni se veía cansado por llegar antes que yo;al contrario¡ estaba fresco como una lechuga...!Me saludó y yo,en mi terror no atiné,sino a correr a mi pieza,que quedaba al fondo del pasillo.Tenía unos veinte años por lo que,pensé en mi miedo,seria una visión del trago que ya me estaba carcomiendo el ser,como a aquel tío solitario,que cada vez que tomaba,decía que su cama era el ropero de tres cuerpos que ocupaba casi toda la habitación,en medio de gritos,insultos,escupitajos y lloriqueos de una mujer,que nunca se supo de donde venían y que aterraba hasta al más valiente de los peones.¡Como no,si cada vez que chillaba aparecía esa mujer blanca, menuda,que al mirarnos movía la cabeza y se iba en dirección al maldito ropero,dejando el ambiente frío y con un pestilente olor a azufre.! Me vi en aquella habitación.Pero en vez del llanto de la mujer,estaba el clérigo con su sonrisa,que mas bien era una mueca de aspecto tenebroso y sarcástico.Temblé.Olfateé el olor a azufre y como un niño cerré los ojos,aterido,pensando que lo que veía no era cierto:pero,no.Allí estaba yo,entre gritos,blasfemias jamás escuchadas y el maldito clérigo con su burlesca sonrisa y sus ojos negros y maliciosos. Comencé a golpear con fuerza todo lo que estaba a mi paso.Sentí mis manos calientes y espesas y blasfemé y grité y lloré hasta que el sonido ya no salía de mi boca.Maldije una y otra vez y le pedí con ansias al Diablo que me sacara de encima al cura.No recuerdo cuanto rato estuve así,solo sé que aquella mujer sonreía y me decía con voz baja que acabara con todo.¡Y así lo hice!. Al otro día,vi con mis ojos hinchados de tanto llanto,la sangre seca que cubría mis manos y gran parte de mi ropa.Las paredes salpicadas,los vidrios rotos,los cuerpos desmembrados... De pronto,mi cerebro comenzó a ordenar el tétrico rompe cabezas.Me levanté como un loco y comencé a buscar al tipo de la sotana,pero por más que buscaba entre los restos de la casa,no pude encontrar nada.Respiré profundo y empecé a buscar a mis padres.Y encontré los restos esparcidos por la casa: había cometido un crimen bárbaro.En un acto de irracionalismo,me bañé y vestí para luego salir en dirección a la capilla y cerciorarme que el viejo de la sotana aún se encontraba allí. Había un gran tumulto.Todo era cenizas,Lo único que quedaba en pie era una imagen de la Virgen negra de Montserrat,que el clérigo había traído consigo.En medio de miradas extrañas volví a mi casa, rogando a un Dios al cual jamás había venerado,que todo fuese un delirio por tomar tanto.Al abrir la puerta,el olor a sangre hirió mis narices y cerrando los ojos caí de rodillas e intenté gritar,pero mi garganta cerró el paso del dolor.Lloré y volví a maldecir...Esperé la noche,comí un poco e incendié la casa.Sin mirar atrás,escuché en medio de las llamas el lloriqueo de una mujer.Me estremecí y salí corriendo;Al llegar al cruce de caminos me topé con el cura Enzo y vi en sus ojos la maldición que me acompañaría hasta el día de mi muerte..." .

Molina y los otros quedaron en silencio.Hacía frío y ya habían sorbido el último tazón de té,que no entibiaba ni el alma.De pronto,Alonso se levantó,sacó una vieja escudilla decorada con un motivo con tres aspas y lo colocó sobre las cenizas.Sobre ella puso unas monedas,que los otros no reconocieron y tomando una imagen de una Virgen negra,comenzó a rezar.El monólogo era ininteligible y con la oscuridad y el frío de la noche,tomaba un acento espectral.Al terminar,se levantó y tomando las runas y la escudilla,envolvió en una tela vieja todo lo que había sacado y lo guardó con sumo cuidado. Mirando fijamente a los peones,dijo con su acostumbrada voz ronca:
-Hoy es noche de San Juan.Él debe estar por llegar;es tiempo de que se vayan a sus casas.
Todos estaban impávidos.De pronto,en un murmullo casi imperceptible se escuchó la voz de un viejo que repetía sin cesar:
=¡Alonso,me estás matando!.
Salimos despavoridos,mientras oíamos los rezos de Alonso,el acento gutural del cura Enzo y el lloriqueo de una mujer...

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