"-Siempre que tengas miedo,reza,mi niño.Dios es tan bueno que jamás dejará que te ocurra nada".-Decía,con los ojos semi cerrados y con un rosario en las manos.
Cuando ya lograba calmarme,el rasguido se hacía mas intenso,más tétrico.Me llamaba,me incitaba a ver bajo la cama,pero yo,siendo tan cobarde como era,jamás me incliné a mirar.
Hasta aquella noche lluviosa.
Aquella noche,en que el rasguido cesó de pronto y no a las seis de la mañana como fue su costumbre.El ansia por saber que había pasado,era más fuerte.Pero el paroxismo del terror me tenía atado a las sábanas,transpirando,tiritando,sollozando...
¡Como deseaba que llegase el sonido atroz,que me acompañaba durante un año y no aquel silencio eterno de ultratumba!.
Respiré profundo y fuerte,como si con ello,el ruido aquel volviese a sembrar en mí el miedo absoluto.Pero nada.
Un silencio,invadido solo por mis lloros sublimes,ensordecía el ambiente.¡Quería el rasguido,ahora!.
¿Cómo hacer para que volviera el siniestro rasguño que me atormentaba cada noche,desde que mi bisabuela falleció y yo había vuelto a casa,después de años de ausencia?.
Oh,que insalubre mente tenía estos pensamientos,si debía estar feliz,porque por fin podía dormir en paz.Pero aunque parezca extraño,necesitaba sentir el miedo y no la angustia absurda de saber que había pasado con mi ruido.
Tomando valentía inusual en mi,levanté las sábanas y me senté en la cama.Un chillido,como una risa contenida se escuchó venir de debajo de la cama.Me sobresalté y sentí una alegría enferma,insana,que me ensanchaba el alma.
Loco de alegría lunática,me agaché y vi unas manos que más parecían garras.Unos ojos vidriosos,llenos de maldad y engaño y un intenso olor a vela derretida,el mismo olor que sentí al volver a la casa...
Quise esconderme de nuevo entre las sábanas,pero una fuerza sobrenatural me agarró del cuello y me jaló hacia el interior oscuro y fétido donde se encontraba mi bisabuela,riendo siniestramente,mientras yo maldecía al dios que invocaba a gritos,recordando los rezos que ella misma me enseñara y que se perdieron para siempre bajo el rasguido pestilente que me llevó al averno,por debajo de mi cama.
